This acrylic painting on wood depicts an urban scene from the neighborhood of Pueblo Nuevo in Barcelona, where the presence of the train stands as both a visual and symbolic protagonist. The composition shows the convoy advancing in perspective toward the background of the image, flanked by buildings rising on both sides whose rectilinear volumes and serial windows reinforce the sense of a dense, industrial, yet everyday space.

The color palette, dominated by ochres, blacks, and reddish tones, alludes to the materiality of brick, asphalt, and rust, evoking the area’s historical and industrial character. The train, painted in brighter shades of red and white, emerges as a dynamic contrast to the static solidity of the surrounding architecture, symbolizing movement and the city’s constant transformation.

The energetic brushwork and the superimposition of chromatic planes endow the piece with an expressive quality that transcends mere documentary representation. The interplay between the vanishing lines of the rails and the geometry of the buildings lends depth and tension to the composition, guiding the viewer’s gaze toward the urban horizon.

As a whole, the work functions as a visual reflection on the identity of Pueblo Nuevo: a space where industrial memory and contemporary life coexist, and where mobility — embodied by the train — becomes a metaphor for modernity and the perpetual flux of the urban landscape.

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Esta pintura acrílica sobre madera presenta una escena urbana del barrio de Pueblo Nuevo en Barcelona, donde la presencia del tren se erige como protagonista visual y simbólico. La composición muestra el convoy avanzando en perspectiva hacia el fondo de la imagen, flanqueado por edificaciones que se elevan a ambos lados y que, con sus volúmenes rectilíneos y ventanas seriadas, refuerzan la sensación de un espacio denso, industrial y a la vez cotidiano.

La paleta cromática, dominada por ocres, negros y rojizos, remite a la materialidad del ladrillo, el asfalto y el óxido, evocando el carácter fabril e histórico de la zona. El tren, en tonos más vivos de rojo y blanco, emerge como contraste dinámico frente a la solidez estática de las arquitecturas circundantes, simbolizando el movimiento y la transformación constante de la ciudad.

La pincelada enérgica y la superposición de planos cromáticos dotan a la obra de un carácter expresivo que trasciende la mera representación documental. El juego entre las líneas de fuga de los raíles y la geometría de los edificios confiere profundidad y tensión a la composición, dirigiendo la mirada del espectador hacia el horizonte urbano.

En su conjunto, la obra funciona como una reflexión plástica sobre la identidad de Pueblo Nuevo: un espacio donde conviven memoria industrial y vida contemporánea, y donde la movilidad —encarnada en el tren— aparece como metáfora de la modernidad y del tránsito permanente en el paisaje urbano.