En esta obra, el Shibari o Kinbaku, surge como un vínculo entre tradición y erotismo japonés. En mi opinión, más allá de la práctica en sí, me cautiva la interacción entre texturas de la piel y la danza de los cuerpos, creando una sinfonía estética. Aunque no practico esta disciplina, admiro su poder emotivo y su capacidad para desafiar lo convencional en el arte del desnudo. Para mí, esta obra es un testimonio del potencial artístico que yace en lo inusual y lo inquietante.